jueves, 9 de septiembre de 2010

Walter de Portbou

Lo tenía escrito así' que voy a probar suerte,


Lo tenía que decir: Qué redundantes que han sido mis vacaciones! Egocéntrico como es este espacio (sic'), creo sentir que aún soy el mismo que se fue de vacaciones. Y aunque la supuesta sensación de pérdida podría bien ser una consecuencia del mismo exceso de celebración de las vacaciones, me digo que es mas sano celebrar que quejarse. En fin que creo sentir que soy el mismo y en parte sé que es difícil amontonar todos los sentimientos encontrados de los días 'fáciles de verano.

Digo "creo sentir" porqué, humilde de yo para aquí, (aunque me contradiga) comparto la opinión que no se puede perder el tiempo en vacaciones. ¿O era que no se puede perder el tiempo porqué recuperarlo es excederse en la nostalgia? Nada, es igual. Creo que hace falta decir que ese tiempo fue. Y cabe decirlo con la convicción de que la seguridad de haberlo vivido es intransferible, pero a la vez depende de una cierta llamada al orden personal que puede respaldarse en otros ordenes. Para ver a lo que me refiero, diré, por ejemplo, que al orden temporal corresponden los legitimadores del tiempo, oficial, no los meteorólogos, los que no dudan de la hora de Greenwich para que no dudemos que nos queda otro año laboral. El tiempo laboral es menos traumático cuando se va a misa en la misma hora en el mismo bar, y todos los feligreses sorbiendo cafeína y tabaco nos reímos de nosotros porque nos molesta nuestra tristeza. Así, sin mediar mucha palabra, pero con una sonrisa residual y ritualizada para que otros entiendan que nos tomamos un tiempo para empezar a trabajar. ..

Pero a mi me cuesta pasar página. A destiempo que voy, por algunas puertillas que me he dejado abiertas este verano, necesito ir aun más despacio. I prefiero obviarme las moralejas aprendidas -los batacazos y de más calado; la diversión no lo justifica todo, me lo repito, imbécil-. También se entiende que escribo a destiempo para hacer más llevadero el sosiego esperado y aparente y la incertidumbre sintomática. .M,. Concluiré solo que el verano ha sido un tiempo de descubrir qué es lo que no quiero descubrir durante el resto del año porqué a las vacaciones corresponde decidir porqué es diferente del año. Pues vale, aunque solo sea para hablar de matices o de la vida perezosa.

Y me hago una crítica automática. Pues al volver constato que aún puedo fácilmente' ser, olvidarme pues fácil-mente, un imbécil que señala. Mejor no recaer en la misma iniquidad palaciega. Todas las comparaciones son odiosas, me dice mi abuela. Pausa. Busco un gesto. Se deshace al mismo momento de pronunciarlo. Alzo la mano a media altura, el dorso hacia mi, con los dedos erizados buscando vibraciones que me digan algo. Silencio. Y un cierto atropello de nervios, sutiles. Supongo que ha sido un gesto privado.

Releo a Walter, lo traigo a los derechos sociales, "puede estar desencantada pero no redimida (la sociedad después de la ilustración)!". Y, bueno, ¿a quien le importa si aún vivimos como autómatas, sin poder llamar al trabajo, vida, pero si a la vida, trabajo... Falta contextualizarse para tener sentido común. Pero lo que cuenta no es no levantarse solo para llenarse la cartera de billetes como bichos.

Flaco decía: Ahora ya no me dejo de buscar así, es mi habito, de monje o de penitente, que, por cierto, dejo el mes que viene, aunque quizás en una semana... Y ya se tira con estilo libre.

Como filosofando con despojos como Benjamin, que en su momento también huyó de estudio. Largamente me habló sin cara y el espejo nos (mal)dijo "espérame". Ya huía, y no solo metafóricamente sino con huesos y muslos y maletas y alcoholes y chistes negros. - Gracias por señalarme cuando descendía el día, ¿aun no ha llegado? -dijo la luna. - Me alegro porque ya no puedo mirarte sin ver que lo no quiero, el día.

Como W.B., dudo de la historia. Y de la ortografía... por no tener una teología de los acentos... Ni a eso me remitía (me arremetía el significado de todo eso...). Puede que en Portbou, sonriendo al pasado, pasase por el hotel Francia (N.5 en la Avenida del General Mola) y con las alas que se había escrito en el futuro, dudo de su propio pasado. Pensó que no había pasado para él. Para el él que se dejaba destruir con cada guerra. Que se expandía sin ganar libertad pero... Un modo de vida con fecha de caducidad, al respeto de la misma, de la idea supongo. Aunque las ideas y los ánimos son cosas diferentes. Digamos que se atragantó, y nosotros no encontramos su maletín... Y podemos recordarle, por ejemplo, Walter dijo que la Ia no se debió tanto a las tensiones nacionales como a los desficiosos modos de producción de la vida moderna. Por ejemplo, en su filosofía primaba el significado, los grandes almacenes le recordaban a los bazares. Creyó que en la reproducción del pasado el moderno encontraba un estandarte de realidad. Tan mal estaba la espiritualidad que construían sombras. Nadie creía en nada, solo las máquinas creían producir. Por el vértigo entonces. Benjamín pensó en un redentor pero eso es otra historia completamente diferente. Y se colgó, para que nos entendamos nosotros digo ¿de acuerdo? Pues el no pudo entender más. Y su historia, su último capitulo resultó tan real que quizá no escribió ni una palabra.

Como decía, dando la espalda al futuro, por acercar las alas al pasado, no creyó por mucho en el 'el progreso', ni en los héroes ni en nadie que caminase solo. Y no fueron los nacionalismos. Walter se santificó, se intoxicó del pasado y para huir sin significado, se miró de cara. Directamente al monstruo que debía haber creado pese a la obra de su vida. Pese a su vida y su muerte. Pese al peso de libros aun hoy. Su historia no admitiría prefijos, sus posibilidades no le concernían a nadie sólo.

El progreso no era tal porque había fuerzas más emancipatorias en el arte que en la tecnología. Benjamin maldijo quizá una realidad que se tomó humildemente, pues quería hacer de trapero haciendo filosofía. O quizás en su irreducible subjetividad encontró una objetividad más coherente y emancipada. Algo como que todo se reduce al máximo común divisor, la grafología de la identidad encontrada con la diferencia de la identidad, el diferenciar el espacio público del privado, del íntimo del religioso, el libre del comprometido, el activo del pasivo, el significado como herramienta y como crítica.

Y el silencio, en su manera, pudo querer decir corporeidad de la historia. Mujer, hombre, niño, memoria, memoria, soledad, cambio. Pero la guerra y la política se lo habían llevado muy lejos de sí, en un lugar que no había nada que crear. Y el silencio quería decir...

Dijerase Caronte (quizás): "nada que no sea gesto me exculpa de la memoria que me cedieron que heredé que contribuí que enterré qué transporté que no supe mirar de frente a las personas que yo también soy persona, humano, padre, hermano, hijo, esclavo, Yeti, vampiro y negador de la vida por deformación profesional..."

(el miedo nos pone de espaldas al futuro, me pregunto si el angelus novus tenia miedo de algo. A vivir sin religión sin vivir con pánico a la irreducible subjetividad del hombre en el mundo.)

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