domingo, 27 de febrero de 2011

Ya nadie silba por la calle.



¿Cómo' han cambiado las caricias?

Somos iguales por ley pero no en las dos esferas que más condicionan nuestro día a día. No lo somos ni económica ni culturalmente. ¿Con cuanta variedad podemos vivir? ¿Cómo me represento y como represento al otro?

¿Qué es el deseo? ¿Qué es el juego? La lucha contra el aburrimiento de los Situacionistas podria ser plenamente vigente en el marco cultural contemporáneo si no fuera por la demanda de seriedad de una sociedad que malusa su yo infantil. Defendemos el criterio de la risa infantil, natural, y su recepción desacomplejada; es diferente a defender el individualismo destructivo y irresponsabilidad. En un sentido es su opuesto, es defender las relaciones tolerantes y creadoras. Porque, ¿Cual espectro tiene la honestidad a la hora de hablar sobre lo demás? ¿Yo, tu, nosotros, ellos, la clase, el grupo, la sociedad, el periódico, la política, la religión, wikileaks?

El criterio tiene que ser la psicologia personal, la decencia de los actos, la ética de las causas, el juego entendido como parte del desarrollo y como estrategia explícita de descrubrimiento y relación. Pero el juego viene en cajas con una targeta que dice tedio, indústrias de la cultura y discursos oficiales so pretexto de la eficacia.

Pues, lo que verdaderamente no funciona son la política y la economía. Parece que la sociedad se alimenta de soap operas y sublima y proyecta subjetividades en películas exageradas, mientras el cuidado de unos a otros se precariza, al tiempo que la comunicación se mitifica en tiempos que no permiten vivir el presente. Devolvemos ways of life con sentidos estéticos de desvelamiento por un lado, y por el otro el miedo a los demás y la mitología de las situaciones de poder o fama o autosuficiencia que se idolizan sin que nadie dé cuenta efectiva de la incoherencia del propio sentimiento de inseguridad.

El régimen de representación estatuario, la aldea global de coca-cola y el mundo roto de la indiferencia telenoticiera, e romanticismo simbólico y las tecnofilia redemptora; la sentimentalidad hasta donde llega el televisor y la cienciología superegolatra--: NO FUNCIONAN.

Volvamos a las personas, a las relaciones personales. Y empezemos por ver porqué no podemos reír como niños.

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